LA NULA INVERSIÓN EN LA INDUSTRIA ARGENTINA

Sin inversión, ninguna industria puede mejorar sus resultados. A esto se debe en gran parte la cristalización de la industria nacional por décadas
LA NULA INVERSIÓN EN LA INDUSTRIA ARGENTINASin inversión, ninguna industria puede mejorar sus resultados. A esto se debe en gran parte la cristalización de la industria nacional por décadas
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Por decenios la industria argentina se caracterizó por una baja composición técnica del capital: un estado atrasado de maquinarias, la escasa tecnología aplicada y un capital humano cada vez menos formado.

La composición técnica del capital revela la relación entre la masa de dinero puesta en los medios de producción como maquinarias, tecnología y procesos productivos y en la masa de dinero pagada a la fuerza de trabajo (salarios).

Un crecimiento en estos factores significa que los medios de producción y la fuerza de trabajo utilizada son más eficientes y capacitados haciendo que aumente la tan deseada productividad. Esto es lo que hicieron todos los países desarrollados en su proceso de industrialización.

La industria argentina, en cambio, ha sido una industria atrasada. Esto no significa que no haya hecho progresos pero los más grandes avances, incluso técnicos, iniciaron al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, a finales de los años ´30, ´40, principios de los ´50 y la etapa de 1958 a 1976.

Pero el componente tecnológico y técnico siempre estuvo ausente. Hasta mediados de la década de 1950, la capitalización en Argentina no estuvo acompañada por cambios significativos en la tecnología tradicional vigente. Lo que hubo fue una tendencia a reponer equipos desgastados o a efectuar adiciones a planteles, más que en renovarlos a fondo. 

El paradigma productivo durante los siglos XIX y XX

Hacia mediados del siglo XIX (1850-1860), según Ferns, la base de la industria nacional era principalmente artesanal y que “con la desaparición de los oficios locales a causa del impacto de la competencia de los productos hechos a máquina en el extranjero, las ventajas comparativas de la actividad industrial no existían en esta fase”.

En el libro del matrimonio suizo Beck-Bernard que vino a la Argentina en 1857, se expresa lo siguiente en base al estado fabril del momento: “En los centros de actividad el elemento extranjero ha puesto en acción todos los grandes factores de la industria moderna: el vapor, la electricidad, las máquinas. Pero la industria propia y genuina del país… se caracteriza por la ausencia total de otra ayuda que no sea la mano del hombre”.

Para el último cuarto del siglo XIX, la Unión Industrial Argentina (UIA) afirmaba que la industria de aquella época estaba compuesta de unos cuantos establecimientos con descendencia colonial en los cuales imperaban procedimientos primitivos y rutinarios, y otros pocos, recientemente creados.

En 1913 la mayor parte de las maquinarias motrices eran movidas a vapor y de poco rendimiento.

Pero ya para 1935, la industria había hecho progresos muy considerables ya que los motores eléctricos formaban parte del 70% del total de los motores instalados en cada fábrica argentina. El grado de electrificación era de 0.13 en 1914 y en 1935-1938 habíase incrementado en 0.38 (el triple). En el mismo lapso, la productividad por obrero pasa de 4700 pesos moneda nacional (índice 100) a 8.200 pesos (175) y la motorización por obrero medida en caballos de fuerza (Horse Power -HP-) pasó de 1,5 HP (100) a 5 HP (320).

A mediados de la década de 1930 la industria argentina ya alcanzaba un indicador relativo de consumo energético bastante considerable y de tipo elevado (petróleo y corriente eléctrica). 

La presencia de técnicos ha tenido un desempeño muy bajo a lo largo de la historia, pues, entre 1920 y 1950 se registraban 2 técnicos cada 100 obreros y en 1970 eran 4 de cada 100.

En 1944 es creada la Dirección de Enseñanza Técnica, y en noviembre de 1959 el Consejo Nacional de Educación Técnica (CONET). En 1961 una misión técnica estadounidense destacó la ausencia de conocimientos técnicos de los gerentes argentinos.

A finales de los años ´60 los grandes frigoríficos, los ingenios azucareros, las bodegas vitivinícolas, plantas metalúrgicas, fábricas textiles, cerveceras y establecimientos de extracto de quebracho de tanino llegaron a ser industrias totalmente anticuadas y obsoletas.

La solución, en vez de políticas de inversiones o garantizar equipos técnicos, fue un salvataje del Estado al capital más atrasado en pos de “preservar los puestos de trabajo”. Ya en 1948 había empezado un proceso de liquidación, cierres y quiebras de empresas ligadas al azúcar, tanino, la carne y los talleres de tranvías.

Maquinarias de producción por año

A continuación, repasaremos el índice estado de las maquinarias, es decirlas debilidades y fortalezas en materia de tecnología y técnica:

1943: El equipo mecánico de la industria argentina fue objeto de intensa utilización y su desgaste no ha podido compensarse con la renovación de maquinarias (Memoria del Banco Central, 1943, página 3).

1944: Ciertos tipos de material ferroviario que ya no se emplean hace 20 o 30 años en los países desarrollados, todavía se usan en los ferrocarriles argentinos (John A. Hopkins, La estructura económica y el desarrollo industrial argentino, Buenos Aires, Cooperación para la Promoción Industrial del Intercambio, 1944, página 40).

1947: Se sigue tropezando con el problema de la reposición de los equipos desgastados por el intenso trabajo de los años de guerra (Memoria del Banco de Crédito Industrial, 1947, pág. 19).

1949: La escasez de energía eléctrica impide en muchos casos mecanizar mejor la producción, instalar máquinas más modernas y potentes, y aplicar procedimientos nuevos que redundarían en una más racional y mayor producción con menores costos (Memoria de la Cámara Argentina de Industrias Metalúrgicas, 1949).

1950: La industria presenta equipos anticuados y desgastados, que no solo exigen continuas y costosas reparaciones, sino que requieren de un mayor número de personas para utilizarlas, cuando precisamente sufrimos de escasez y carestía de fuerza de trabajo capacitada (La Nación, 19 de octubre de 1950).

1952: La producción ha crecido en base al aumento de obreros, no mediante la mecanización (Metalurgia, Publicación mensual de la Cámara Argentina de Industrias Metalúrgicas, enero-febrero 1952).

La industria encuentra su producción limitada y a veces paralizada por falta de corriente. Esta situación tenderá a ser más grave en los próximos años. Necesitamos hoy el doble de potencia instalada para satisfacer las necesidades actuales y tener una reserva prudencial de emergencia (Trabajos y resoluciones del Congreso de la Confederación de la Industria, pág. 9).

La producción argentina de metalurgia pesada, principalmente, ha quedado reducida a la elaboración secundaria por la falta de producción nacional de hierro, acero y otros metales básicos (Trabajos y resoluciones del Congreso de la Confederación de la Industria, página 9). 

1955: Las necesidades de renovación de equipos de toda índole, desgastados por el uso intensivo que mantuvieron durante la Segunda Guerra y durante los primeros años de posguerra, han sido y siguen siendo cuantiosas. No obstante las importaciones que se han efectuado (Confederación General Económica, Informe, pág. 132).

La falta total de renovación de maquinarias en uso, en su mayoría de características anticuadas en potencia y precisión, incrementan de forma exagerada los tiempos de elaboración. A pesar de que no se pueden permitir salarios mayores, igualmente los costos resultan muy elevados, en comparación con los que se obtendrían cumpliendo las operaciones con maquinaria adecuada. Otra consecuencia perniciosa de la utilización de maquinaria anticuada es el despilfarro del trabajo humano especializado tan escaso en el país (Metalurgia, octubre 1955, pág. 20).

La marcha del “Plan Siderúrgico Argentino” no logró una aceleración satisfactoria. Su finalidad de producir y suministrar acero de alta calidad a la industria privada de transformación y a precios aproximados a los del mercado internacional, no parece de realización próxima. El país sigue prácticamente sin industria siderúrgica (Metalurgia, publicación mensual de la Cámara Argentina de Industrias Metalúrgicas, mayo 1955, pág. 5).

En 1955 la fabricación de máquinas herramientas, así como de herramientas abarcaba el 30% de la producción de equipos nuevos. Se trata de máquinas simples, no automáticas o semiautomáticas, sino de tipos pequeños o medianos. Sólo ocasionalmente se elaboran máquinas especiales de producción que, por su gran velocidad, capacidad y precisión, se prestan para la fabricación en serie (CEPAL, El desarrollo económico en la Argentina, segunda parte, pág. 195).

Un elevadísimo porcentaje de la potencia instalada en la República Argentina esta llegando, o ha llegado ya, a su límite técnico de vida; solo un 25% de la potencia instalada en las centrales eléctricas que abastecen a la Capital Federal y al Gran Buenos Aires tienen menos de 20 años de edad, existiendo además turbinas de 25 años de vida y otras de 40 años; en el Interior del país solo el 50% de la potencia instalada en centrales de vapor tiene menos de 20 años, edad que también alcanza el 70% de la potencia instalada mediante centrales con motores diésel o de combustión interna (Metalurgia, marzo de 1955, pág. 3).

1959: En el rubro de máquinas-herramientas que fabrican en serie, solo el 30% de la producción se hace en establecimientos con equipos modernos y buena técnica. El resto abarca talleres heterogéneos, que responden circunstancialmente a la demanda sin ningún programa de producción. Esto se refleja en los costos de producción.

Para ese año, la inversión fija en equipos durables de producción fue solo un 5% mayor que veinte años antes (a millones de pesos constantes de 1950).

En las industrias mecánicas, las inversiones de capital en la posguerra parecen haberse orientado hacia la producción de artículos durables de consumo más que hacia la de bienes de capital (maquinaria, inmuebles, instalaciones e infraestructuras que se utilizan para producir).

En 1946, la proporción de los bienes de capital constituía el 34.4% de la producción total de estas industrias y los bienes de consumo el 22.8%. Esta desproporción se acentuó posteriormente, puesto que entre ese año y 1955 la producción de bienes de consumo aumentó 127% mientras que la de capital subió un 45%. Así pues, a raíz de la orientación que esto supone en las inversiones en todos estos años de escasez de divisas, una parte apreciable de las importaciones de materias primas y productos intermedios que insume esta actividad se han dedicado a la producción de esos artículos de consumo. Sin duda alguna, estos artículos responden a legítimas necesidades de la población, pero su excesiva atención no ha permitido ampliar la producción de bienes de capital.

Por no haber tenido más amplitud el desarrollo industrial, el país se ve ahora privado de maquinarias y equipos, de hierro y acero, de productos químicos y petroquímicos, de papel y celulosa y de otros productos intermedios todos los cuales podrían producirse internamente en condiciones de relativa economicidad (CEPAL, El desarrollo económico en la Argentina, primera parte, pág. 33).

En 1959 se registra un crecimiento de la maquinaria importada relacionada con los repuestos y máquinas para renovar ciertos procesos de producción. Esto pone a descubierto la amplia necesidad de equipamiento de la industria argentina; una necesidad que no esta muy satisfecha (Consejo Federal de Inversiones y Confederación General Económica, Programa conjunto para el desarrollo agropecuario e industrial, segundo informe, Tomo III, Buenos Aires, mayo de 1963, pág. 143).

1960: Respecto a la importación de maquinaria efectuada en el primer semestre de 1960, corresponde destacar que una parte importante de esas importaciones está constituida por repuestos o piezas; esto indicaría que una gran parte de las importaciones sigue destinándose a la renovación o ampliación de las instalaciones ya existentes y que no representan necesariamente maquinarias totalmente nuevas (Economic Survey, 13 de septiembre de 1960).

1961: Las necesidades existentes en nuestro país en materia de reequipamiento no solo se observan en los sectores que prestan servicios públicos, sino también en las plantas fabriles y mineras. Al bajo rendimiento de los equipos cuya vida técnicamente útil ha sido superada, se agrega también la desfavorable incidencia de la utilización de máquinas y procesos que resultan anticuados frente a los nuevos modelos y las modernas técnicas de producción alcanzadas en los países de alto desarrollo (Memoria del Banco Industrial, 1961, página 8).

En ese momento, el Clarín Económico alertaba las dificultades que traía la mala organización de empresas pequeñas que predominaban en el rubro, la ausencia de sistemas de planeamiento de las operaciones de producción y de control de los costos industriales.

Para ese año, se estima que entre el 70% y 80% de las maquinarias del complejo industrial argentina contaban con más de veinte años (Clarín Económico, diciembre de 1961).

1962: Para ese año, el 50% de los rieles tenía entre 40 y 60 años de vida. El 50% de los durmientes tenían más de 40 años, cuando su vida útil apenas pasa los 25 años (estos son las piezas transversales de los rieles, que sostienen a estos y permiten que haya una distancia correcta de patrón). También de 2230 locomotoras, 1498 tenían más de 45 años de vida.

De 231 locomotoras de trocha normal, 178 tienen más de 45 años. En 1961 estuvieron fuera de servicio, por diversos motivos, entre el 40 y el 50 % del total de las locomotoras (Economic Survey, 17 de abril de 1962).

1963: Sobre un total de 4400 coches de pasajeros, 2800 tenían más de 35 años y de 90.000 vagones de cargas, 80.000 tenían más de 30 años. Evidentemente con material obsoleto no puede prestarse un buen servicio (La Nación, 25 de enero de 1963).

Después de 1955, con la constitución de la histórica empresa pública Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (SEGBA) y con financiamiento del Banco Mundial (BM), se aumentó la potencia instalada en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires. Sin embargo, la situación en el Interior no ofrece mayores variaciones, ya que no se ha realizado ningún porcentaje importante de renovación en las redes de distribución, que ya han superado con creces su tiempo de vida útil (Milcíades Peña, Industrialización y clases sociales, pág. 81).

Actualidad de la industria y los patentamientos

Si vemos el panorama general para el año 2016, según el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), la evidencia no es alentadora:

  • las pymes utilizan maquinarias con una antigüedad promedio de 9 años. Mientras que en algunos sectores cruciales como fabricación de productos de metal, maquinarias y equipos, estas llegan a 15 años.
  • el 46,8% de los industriales opera con tecnología media, el 14,3 % con tecnología atrasada y el 5,3 % con tecnología muy atrasada. En los países desarrollados la renovación de las maquinarias ocurre cada uno o dos años. 

Argentina pasó de una inversión del 0,4% del PBI en Investigación y Desarrollo (I+D) en el 2000 a 0,5% en 2014, mientras que otros países como China, Corea del Sur y Brasil pasaron del 0,9% al 2%; del 2,3% al 4% y del 1% al 1,3% respectivamente.

Los frutos del I+D conllevan, aunque no necesariamente, a los patentamientos. Pero en nuestro país no tienen como destino la industria. Entre 2010 y 2018 el 30% de los patentamientos solicitados son inventos vinculados a la salud, un 17,5 % a la agroindustria, con fuerte foco en la biotecnología. 

En esto, la diferencia con otros países es abismal, mientras Argentina en el año 2014 registró 81 patentes, Estados Unidos registró 159.000, Japón 56.000, Corea del Sur 18.000, Alemania 17.000 y Francia 7.100.

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Redactor en El Punto Medio, realiza investigación económica. Estudiante de Economía en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

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