BLACKROCK: DESDE MEDIOS DE COMUNICACIÓN AL LITIO EN ARGENTINA
El auto al que te subiste hoy, el buscador que usaste para chequear una palabra, la tienda online donde compraste tus auriculares, las gaseosas más famosas y hasta uno de los yogures que desayunaste. Detrás de alguna de esas empresas es muy probable que esté el fondo más poderoso del mundo. ¿Cómo actúa uno de los “pulpos financieros” a nivel global?
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BlackRock es una empresa de gestión de inversiones fundada en 1988 por Larry Fink, hijo de un zapatero y una profesora de inglés, graduado de ciencias políticas. Es la compañía financiera más grande del mundo, se dedica a la gestión de activos (acciones, bonos, inversiones alternativas, bienes raíces) para sus clientes institucionales y particulares.
Como todo fondo de inversión, no gestiona capital propio, sino el de sus clientes. Claramente, aquellos clientes que tengan más capital invertido pueden direccionar la estrategia del fondo según sus intereses económicos.
En este caso, la mayor participación accionaria la tienen las familias más ricas del mundo, aunque los porcentajes exactos están protegidos mediante un circuito de compañías privadas como Vanguard y Temasek Holdings. Por ser un fondo público, cualquier persona podría invertir el dinero que desee en BlackRock y obtener rentabilidad, aunque su incidencia en las decisiones de cartera del fondo serían prácticamente nulas.
El total de activos bajo su gestión rondaba los 9 billones de dólares (o 9 trillones en inglés) en diciembre de 2022, valor que supera la suma de los PIB de Francia y Alemania.
El hecho de ser la única organización con tal poder de capital económico le ha valido una serie de controversias por posiciones abusivas en la crisis del 2008, lobbies, movimientos desestabilizadores en el mercado financiero e influencias en política internacional. Tan es así que Bloomberg la ha catalogado como “el cuarto poder”. Es que BlackRock no se ha quedado sólo como un fondo de inversión, sino que intenta influir en otras áreas para maximizar su rentabilidad.
En los últimos años, el fondo ha impulsado políticas para lavar su imagen, induciendo a las empresas en las que invierte a comprometerse con acciones en el área ESG (Environmental, Social and Corporate Governance) promoviendo el cuidado ambiental y la reducción de emisiones.
En la práctica, estas acciones suelen ser más un discurso que una realidad, un greenwashing, como sucede con Nestlé, que mientras afirma que fabrica sus cápsulas de café para que sean reciclables, la realidad muestra que el 70% terminan en la basura común, sin la implementación de un circuito de reciclaje.
Rol en las crisis
Si bien ya tenía entre sus clientes a bancos centrales, fondos de pensiones y fondos universitarios, la crisis del 2008 le ha permitido ajustar sus pinzas en varias de las instituciones denominadas too big to fail. Así se denominan a empresas y bancos cuya quiebra dispararía consecuencias económicas y sociales en cadena, por lo que deben ser rescatados, generalmente por los Estados. Ese año, el gobierno estadounidense encargó por adjudicación directa a BlackRock (y a Larry Fink, su CEO) el análisis y la gestión del rescate de compañías como Bear Stearns, AIG, Fannie Mae y Freddie Mac.
Algunas ya estaban parcialmente controladas por BlackRock, es decir, la gigante fue contratada para gestionar el rescate de parte de sus propios activos.
El beneficio es múltiple: recibe dinero por la gestión, además recibe dinero para ejecutar el rescate y ese dinero va a parar a las organizaciones rescatadas que ya están en su dominio.
No sólo el gobierno estadounidense y la Reserva Federal buscaron el apoyo de esta gran gestora de activos. CEOs de grandes compañías de Wall Street como J.P. Morgan Chase y Morgan Stanley también fueron en busca de su ayuda y consejo en el año 2008.
Otro de los cuestionamientos se basa en que, al ser una de las principales inversoras en compañías con activos respaldados por hipotecas de baja calidad, BlackRock contribuyó a la crisis al no evaluar adecuadamente los riesgos asociados con esos activos.
Durante 2020, la gigante fue nuevamente convocada por el gobierno estadounidense y otras empresas como consejera financiera durante la pandemia, al mismo tiempo que su división farmacéutica estuvo vinculada a empresas que gestionaron una producción masiva de tests rápidos y medicamentos como la hidroxicloroquina, promovida fervientemente por Donald Trump como cura del COVID-19, a pesar de haber sido descartada por los estudios clínicos.
El brazo estadounidense
En el ámbito político, BlackRock ha contribuido con millones de dólares a las diferentes campañas electorales de los Estados Unidos, aportando dinero tanto a representantes republicanos como demócratas. Esta información es pública y consta en los registros de aportantes de campaña. No es casualidad que a lo largo de su existencia haya logrado “ajustar” ciertas regulaciones que podrían afectar su accionar. BlackRock no acostumbra perder y, en su posición, los lobbies son moneda corriente.
En el terreno de las energías, los tentáculos de la organización llegan tanto a empresas de energías fósiles como renovables, según los estados en donde cada paradigma sea promocionado, una táctica win-win sin dudas.
Su gran diversificación de activos suele pasar desapercibida hasta por los propios inversores de otras empresas, y el público en general no conoce los nombres de BlackRock o Larry Fink. Menos aún los nombres de Vanguard y State Street, que, compartiendo parte de la gestión con BlackRock (las tres son parcialmente propietarias entre sí por motivos legales y contables), entre ellas controlan casi el 40% del poder de voto en las más grandes empresas de la lista S&P 500 (que presenta las 500 mayores empresas estadounidenses).
En el resto del mundo
La misma táctica de diversificación e influencia opera en otros continentes. En Europa, ganó contratos con la Comisión Europea, que fueron duramente criticados debido a conflictos de intereses. Es que, una vez más, BlackRock actúa como juez y parte, encargándose de administrar y auditar a sus propias empresas en nombre del bien público.
Sólo en Francia, el fondo es accionista, a través de una serie de subsidiarias, de: Eiffage, Vinci (principales constructoras), Danone, Lagardère, Renault, Peugeot, el banco Société Générale, Vivendi, Total, Sanofi, Schneider Electric, Veolia, Publicis, etc. BlackRock es accionista, a menudo el principal, en al menos 170 de las empresas francesas que cotizan en bolsa, y en más de 10 mil en todo el mundo (tiene un 10% de Coca Cola, otro buen porcentaje de Nestlé y PepsiCo, etc.).
“Tan pronto como BlackRock aparece como uno de tus accionistas, tu empresa destaca del resto y adquiere un gran prestigio”, dice el periodista especializado en economía Grégoire Favet. “Cuando eres Larry Fink, puedes hablar en igualdad de condiciones con el director del FMI o cualquier Jefe de Estado”, agrega.
El fondo también tiene en su poder deuda externa de diferentes estados, entre ellos, Ecuador y Argentina, a la que accedió mediante la compra de bonos y compra de deuda a Paul Singer, administrador de uno de los fondos buitre.
Como si fuera poco, dos de las tres empresas que explotan litio en nuestro país: Allkem y Livent tienen a BlackRock entre sus principales accionistas.
Conductas anticompetitivas
Dos economistas analizaron detalladamente en una publicación cómo la propiedad compartida por parte de BlackRock, Vanguard y State Street de las principales aerolíneas comerciales de Estados Unidos provocan una falsa competencia, donde finalmente se acuerdan precios de pasajes similares, y todos se elevan en la misma proporción. Lo mismo se podría transpolar al binomio Pepsi – Coca Cola o Ford – General Motors.
La escuela de negocios de Harvard ha realizado extensos análisis similares donde se ve el mismo accionar en la industria farmacéutica y bancaria, acotando que una ley antitrust bien implementada podría reducir estos riesgos que recaen en el ciudadano, aunque reconocen que alcanzar el balance ideal es una tarea compleja. Los salarios de los empleados de estas compañías también tienden a estancarse al reducirse la competencia.
Algunas de las empresas donde el conglomerado BlackRock/Vanguard/State Street figura entre los principales accionistas institucionales son:
Ford, General Motors, Starbucks, Netflix, IBM, Fox, Tesla, NVIDIA, Apple, Amazon, Meta, PepsiCo, Coca Cola, Microsoft, Google, JP Morgan, Warner Bros, McDonald’s, Bayer-Monsanto, etc.
A continuación está el listado de los principales accionistas de las empresas mencionadas.
Aladdin
Desde su creación, este mega fondo ha desarrollado su propio software de gestión de activos, lo que le ha permitido acumular datos históricos de los mercados mundiales de los últimos 50 años y utilizarlos para predicciones y recomendaciones a sus usuarios. Permite comparar eventos actuales pasados y así es que logró proteger los activos de BlackRock y controlar sus pérdidas durante las últimas crisis.
Luego de la crisis del 2008, se dispararon las ventas de este software para grandes empresas de gestión de activos, bancos centrales y la Reserva Federal, entre otras instituciones. Así, Aladdin pasó a recopilar datos históricos correspondientes a los más de 20 billones de dólares en activos que manejan sus usuarios en todo el mundo (un importe que supera a todo el PBI europeo), al punto en que incluso los fondos de inversión competidores de BlackRock utilizan su sistema.
Dada la naturaleza de la firma, BlackRock seguirá siendo un “banco” en las sombras del que muy pocos son conscientes, y las regulaciones en contra de la excesiva concentración de mercado no parecen estar próximas a discutirse.
Fuentes
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Redactor & Desarrollador web en El Punto Medio, especialista en periodismo de datos. Lic. en Ciencias de la Computación por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).