En los años ‘50, luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, las mujeres que habían ocupado lugares importantes como mano de obra en industrias estadounidenses (en reemplazo temporal de hombres destinados al frente de batalla) fueron “invitadas” desde el sistema educativo, social y publicitario a retomar su lugar en los hogares.

Betty Friedan, psicóloga estadounidense e ícono feminista de los ‘60 y ‘70, estudió el “malestar que no tenía nombre”, que aquejaba a gran parte de las mujeres de su época.

En su libro ”La Mística de la Feminidad”, esencial para el movimiento feminista de la época, describe este malestar como la sensación de vacío y frustración que experimentaban las mujeres, a pesar de cumplir con los estereotipos y las expectativas sociales tradicionales de ser amas de casa y madres.

Friedan argumentó que esta insatisfacción era el resultado de la limitación de las oportunidades y la falta de realización personal en sus vidas. Depresión, soledad y otros cuadros médicos se manifestaban como consecuencia del discurso obstaculizador a la participación intelectual y activa de la mujer en la sociedad. Si bien ya tenían derechos civiles y políticos, su participación en el mundo laboral estaba acotada a sectores puntuales.

Las mujeres en la educación y el mercado laboral de hoy

En el presente, luego de décadas dedicadas a la reconquista de la esfera pública (movimiento que aún continúa), las mujeres alcanzan casi el 40% de la fuerza laboral a nivel mundial. En cuanto a acceso a la educación, se logró la equidad con respecto a los hombres, salvo casos aislados (como el Afganistán talibán). Sin embargo, diferentes factores socioeconómicos parecen influir en las elecciones profesionales: ¿falta de oportunidades? ¿sexismo en el ámbito educativo y laboral? Veamos.

En países con mayor promoción de mujeres en áreas de ciencia y tecnología, y que a su vez cuentan con mejores posiciones en indicadores sobre equidad de género (Gender Empowerment Measure, Gender Equality Index, Standardized Index of Gender Equality, Gender Gap Index) como Noruega, Finlandia, Suecia o Dinamarca, las mujeres tienden a elegir menos carreras orientadas a ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM por las iniciales en inglés) por lo que no se alcanza una paridad de género en esas orientaciones.

Esto sucede aún cuando en algunos de esos países las mujeres tienen una leve ventaja en su desempeño en materias escolares afines. En su lugar, eligen con mayor frecuencia carreras de Ciencias Sociales o de alta interacción con personas (como áreas de salud, psicología o educación).

Por otro lado, en países que reportan menor equidad de género (Turquía, Emiratos Árabes, Irán) se nota mayor presencia de mujeres en carreras de ciencia y tecnología. Por ejemplo, en la carrera de informática, en Suecia las graduadas mujeres son el 15% del total, mientras que en Arabia Saudita son el 45%.

Investigadores postulan que los países con mayor equidad se corresponden con estados de mayor seguridad social y calidad de vida, donde las presiones culturales y socioeconómicas son mucho menores en comparación, posibilitando que sus habitantes puedan elegir profesiones según lo que más les llama la atención. 

Por el contrario, en países menos igualitarios, la salida laboral y el salario son los factores principales al momento de decidirse por una ocupación, al ser lo único que permitiría una mejor calidad de vida y posibilidad de independencia económica. 

En otros estudios sociológicos se encontró que las personalidades y preferencias sociales de hombres y mujeres también tienden a diferenciarse más allí donde más igualitaria es la sociedad.

Algunos defensores del statu quo y la denominada alt-right tienen intenciones de utilizar estos hallazgos para reducir la promoción de la equidad y la ciencia en mujeres. Lejos de eso, los autores de los numerosos estudios que analizan este fenómeno destacan que fue precisamente esa equidad, igualdad de acceso a oportunidades y libertad de elección lo que permite a cada habitante ejercer su libertad individual en cuanto a preferencias.

Argentina cuenta con esquemas de promoción de robótica y programación en la educación primaria, lo que impacta en el contacto de niñas y niños con un ámbito tecnológico que podrían desconocer previamente. Egresadas de carreras afines en Universidades Nacionales mencionan con frecuencia el impacto en su orientación del contacto temprano con ciencias y tecnologías.

En todo caso, los estudios citados muestran que lo incorrecto sería esperar que toda profesión tenga igual cantidad de hombres y mujeres.

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Luciano Silvi

Redactor & Desarrollador web en El Punto Medio, especialista en periodismo de datos. Lic. en Ciencias de la Computación por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

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