EL ORIGEN DE LA INDUSTRIA ARGENTINA

Así como el país tuvo enormes vaivenes políticos, la industria tuvo los suyos. Con la vuelta a la democracia las cosas tampoco mejoraron
EL ORIGEN DE LA INDUSTRIA ARGENTINAAsí como el país tuvo enormes vaivenes políticos, la industria tuvo los suyos. Con la vuelta a la democracia las cosas tampoco mejoraron
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Características estructurales de la industria argentina

En la escena política de nuestros días, brillan por su ausencia los debates sobre un desarrollo industrial, armónico y sustentable. Existen ciertos sectores dirigentes de la política que parlotean sobre el rol de la industria en el país y lo que habría que hacer, sin dar detalles ni fundamentos. 

¿Qué esgrimen algunos políticos? Para ellos, la industrialización significa un aumento importante de los establecimientos fabriles y de la producción misma. También la ocupación obrera juega su rol y algún leve proceso de sustitución de importaciones que posibilite darle “cierta autonomía” a la industria nacional. Eso es todo.

El déficit de conocimiento sobre el tema es bastante evidente, aunque si uno empieza a estudiar la historia económica e industrial de América Latina, mucho no le sorprende. Los países que llegaron tarde al mercado mundial, donde se engloban a todos los países en vías de desarrollo y subdesarrollados, adolecen de estas características. 

Las grandes potencias capitalistas (Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda) fueron las que tomaron la delantera durante la Revolución Industrial; la radicación de industrias, los adelantos técnicos, los progresos tecnológicos, la exportación de manufacturas y la consolidación del mercado interno, la invención y el desarrollo de máquinas de vapor, el surgimiento del ferrocarril, la expansión del consumo de electricidad, el desarrollo de los transportes y las comunicaciones, la producción de acero posibilitaron esto entre mediados del siglo XVIII y principios del siglo XX. 

La Revolución Industrial también fue posible por las ideas del racionalismo como filosofía y el advenimiento del Iluminismo. La acumulación previa de conocimientos importantes en los campos de la física y la química tuvo su rol destacable. Más adelante, otros países van a encaminarse hacia el podio industrial (Japón, Corea del Sur, Taiwán, China, Escandinavia).

Pero ¿qué le ocurrió a Argentina?

En la Argentina nunca se pudo completar el proceso de industrialización y esta sufrió los mismos vaivenes políticos que caracterizaron al país en el siglo XX, específicamente el período 1930-1983. Pero si antes no se pudo alcanzar los objetivos provistos (con sus problemas y limitaciones), mucho menos se ha hecho en los últimos 40 años de democracia. La estructura industrial de nuestro país hoy es la misma que hace 30 años, sin ningún tipo de modificaciones. 

Es increíble que con la enorme crisis social (producto de agudas crisis económicas) que atraviesa nuestro país, nadie habla sobre la necesidad imperiosa de un desarrollo industrial para que se puedan generar millones de puestos de trabajo, garantizar salarios dignos, aplicar innovaciones y permitir rendimientos a gran escala.

Las primeras industrias

La primera fábrica argentina data de 1838. Su nombre era E. Cayol y Cía y se dedicaba a fabricar cocinas de hierro.

La industria argentina, y sobre esto muy poco se sabe, tiene orígenes franceses. Ya en 1853 un cuarto de las importaciones provenía del país galo. Los establecimientos modelo de época que se presentan, tienen motores de vapor, calderas, máquinas de trabajo y de transporte, están iluminados en su mayoría y movidos por la energía eléctrica y funcionan en espaciosos edificios de mampostería o de estructura metálica.

Los franceses también son pioneros de la industria frigorífica, del aprovechamiento de numerosos subproductos, sus casas comerciales gozan de prestigio y nombradía. Esta situación se mantiene hasta 1890.

Para 1860-1865, las grandes industrias del país son la cría de ovejas (la industria lanera) y de ganado vacuno (la industria del saladero), así como el cultivo de chacras y oficios mecánicos. Para fines del siglo XIX, la gran industria nacional se comprende únicamente de la molinería y la fabricación de azúcar.

Antes de 1880 era insignificante el número de fábricas propiamente dichas, con instalaciones rudimentarias y poco perfeccionados eran los procedimientos de elaboración. Asimismo, el capital social básico era sumamente reducido. Fue, justo en ese momento, cuando se gesta la industria argentina. Se instalan nuevas empresas y se introducen nuevos métodos de trabajo, eliminando los anticuados. 

A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, se consolida finalmente la industria moderna en la Argentina. Por más que sea débil y poco diversificada. Fábricas caseras y del tipo precapitalista fenecen y florecen las industrias hechas o traídas por los inmigrantes. Se afirman los cimientos de la verdadera industria argentina.

Una vez superada la crisis financiera de 1890, la industria argentina entra en una pronunciada fase de mecanización: se introdujeron fuertemente la división de operaciones, el trabajo a destajo y la cadena.

En el lapso aproximado que corre entre 1937-1945 comienzan los primeros cambios estructurales por primera vez en la historia de la industria nacional, al calor de la aparición de las primeras políticas industriales a principios de la década de 1940: Comité de Exportaciones y Estímulo Industrial y Comercial (1941), Flota Mercante del Estado (octubre de 1941), Fabricaciones Militares (1941), Dirección Nacional de Industrias (a fines de 1943), Secretaría de Industria y Comercio (julio de 1944), creación del Banco de Crédito Industrial (abril de 1944), decreto de fomento y defensa de las industrias de interés nacional (contenía medidas de orden financiero, aduanero, fiscal, de subsidios y asesoramiento), leyes de fomento industrial en varias provincias y escuelas técnicas de índole industrial en 1944-1945.

La próxima gran transformación de la estructura industrial tiene lugar a fines de la década de 1950 con el advenimiento del desarrollismo, con el impulso de las industrias pesadas y básicas (siderurgia, automotriz, química-petroquímica, petróleo, infraestructura física, industria naviera) a cargo de capitales internacionales, generalmente estadounidenses. Desde 1958 hasta 1976 las industrias líderes fueron las ramas básicas de la metalmecánica y la química. 

En todo este tiempo crecen de forma notable los salarios, la productividad, la producción, el empleo y la generación de divisas. Desde fines de la década de 1960 hasta 1976 la Argentina empieza a exportar de forma avanzada productos de origen industrial, plantas llave en mano y tecnología nacional, evidenciando la madurez y los avances de su entramado manufacturero cada vez más integrado. 

Pero desde 1976 hasta 1990 se conformó una etapa bastante regresiva en la industria manufacturera argentina, donde la tasa de inversión bajó enormemente, cayó fuertemente el empleo y la producción en las fábricas. Todo esto en un cambio del patrón de acumulación del capital, que ahora pasaba a ser (con la dictadura) el modelo de valorización financiera, que es el que sigue presente hasta nuestros días.

La década de 1990, salvo algunos muy pocos sectores, vio desaparecer ramas enteras de la producción nacional industrial (autopartista, metalmecánica, metalurgia, ferroviaria, naviera, energética) dando como resultado una desintegración enorme del tejido productivo, que ocasionó posteriormente una elevada proporción de importación de las industrias argentinas. Esta desindustrialización generó un incremento exponencial de la desocupación, que tuvo consecuencias fatales en el tejido social que seguimos padeciendo, conformando una población obrera sobrante que hoy sobrevive con planes sociales y trabajo precarizado.

Desde hace 35 años, nuestra industria se mantiene sin cambios, aunque el derrotero puede situarse allá a lo lejos, con el comienzo de la última dictadura cívico-militar.

La predominancia de la pequeña industria

Históricamente la estructura industrial de nuestro país ha sido micro empresaria (con un promedio de 11 trabajadores). En la actualidad, el 83% de las pymes en la Argentina son micro empresas. Esto no es nuevo, por lo que vamos a revisarlo.

Este aparato fabril se consolidó en la década de 1930 cuando empezó a evidenciarse un sistema dual: un número importante de grandes fábricas industriales conviven con inmensas pequeñas firmas nacionales.

Las pequeñas plantas industriales emplean escasa tecnología, pocas maquinarias, un alto componente de la fuerza laboral y atrasos financieros. Cabe destacar que algunas veces se contabilizó como “industrias” a rubros como talleres mecánicos de reparación de vehículos, hornos de ladrillos, talleres de mantenimiento de aviones, panaderías, fábricas de pastas, tejedores de artículos de punto, plantas de reposiciones, fabricación y reparación de bolsas de arpillera, sastrerías, fábricas de calzado a medida, el mundo artesanal, etc. 

Echemos un vistazo a su panorama histórico, en base a datos del ingeniero industrial e historiador Adolfo Dorfman (1983):

  • En 1937, el 23 % de los establecimientos carecía de personal y más del 50 % (de 1 a 5 obreros) absorbía algo más del 10 % de la fuerza laboral de la industria.
  • En 1946, el 27 % de las unidades censadas carecía de personal y las empresas de 1 a 10 obreros representaban el 57 % del total.
  • En 1950 se comprueba que cerca del 80 % de los establecimientos fabriles ocupaban menos de 10 obreros y su giro anual era de menos de 250.000 pesos de 1950 (muy bajo). 
  • En 1952 si nos atenemos a ramas estratégicas como metales y maquinaria abundan las pequeñas empresas, con niveles de 80 % – 90 %.
  • En 1954 cerca del 48 % de los establecimientos no tenían personal y el 43 % de los mismos ocupaban de 1 a 10 obreros. Los establecimientos con menos de 2 obreros y sin producción registrada, eran el 12 % de las fábricas. Las empresas que produjeron por un valor inferior a 1 millones de pesos tenían en promedio 2.5 obreros en el año censal 1954; constituían el 60 % de las unidades censadas con menos de 30% del personal y el 20 % de la producción sobre los totales.

 
En el Censo Industrial de 1954, las provincias de Catamarca, Chubut, La Rioja y Río Negro no registran establecimientos que ganen más de 10 millones de pesos moneda nacional de la época. Según el mismo relevamiento las industrias de maquinarias y vehículos ocupan en promedio 6 obreros y la de maquinarias y aparatos eléctricos ocupan en promedio 8 obreros. Cada trabajador dispone de una fuerza motriz de 2,8 y 2,1 HP, respectivamente.

A la ya baja escala de producción de la industria nacional se le suman que no sobreviven más de dos años. Las empresas en la Argentina no crecen en tamaño por la enorme volatilidad macroeconómica derivada de la inflación. Por ende, la planificación a largo plazo se dificulta. A esto hay que sumarle, que en los últimos años, hay una creciente e irrisoria presión impositiva y una maraña regulatoria-burocrática que dañan a las firmas. 

La orientación estuvo puesta siempre en el mercado interno, cuando cualquier sector productivo esta enfocado no solamente ahí, si no en el mercado externo. Pero para competir en el mercado internacional, hay que alcanzar cierto grado de madurez a nivel local y ser competitivo. Las políticas de fomento y apoyo a las exportaciones juegan un papel importante, de igual forma. 

Una empresa alcanza rendimientos a escala crecientes cuando su producción crece en mayor proporción que sus insumos. Cuando se crece a escala se reducen los costos unitarios y aumenta la productividad. 

Las industrias pesadas son muy intensivas en capital: requieren grandes inversiones, tecnología de punta, elevado consumo energético y empleo de materias primas. Son los casos de la industria automotriz, la siderurgia, la química y petroquímica, las cementeras, petroleras, mineras, maquinaria pesada.

Si la Argentina quiere de verdad “integrarse al mundo” no lo va a hacer con pequeñas empresas nacionales que operan con 10 trabajadores con escasas maquinarias. Hay que levantar una gran industria nacional en sectores básicos, a cargo del Estado y del sector privado, equipada en base a tecnología de punta y un alto stock de capital fijo. Así integrando nuestro aparato fabril y saliendo a competir con grandes países. No iremos a competir al mercado internacional con algunas pymes cordobesas, del conurbano bonaerense a General Motors, Volkswagen, LG, Maersk o Sony. Todo país industrial tiene sus grandes industrias propiamente desarrolladas, sin obviamente desatender su tejido pyme.

El desembarco de la industria extranjera en Argentina

La economía argentina, históricamente, ha precisado de fondos del exterior para su funcionamiento en gran parte.

A partir de la Segunda Revolución Industrial, los países desarrollados comenzaron a impulsar los ferrocarriles, sabiendo que sin  esa infraestructura básica la industrialización era inviable. También tuvo un importante desarrollo la siderurgia y la metalurgia.

No ocurrió lo mismo en nuestro país, que durante décadas se enfocó enteramente a armar una estructura para facilitar la colocación de materias primas agrarias en Inglaterra y no desarrollar la estructura interna productiva ni eslabonamientos entre rubros.

En 1896, las compañías registradas en Londres controlaban el 88% del sistema ferroviario argentino (Lewis, 2007). Solo en el año 1888, el 89,1 % de todas las inversiones extranjeras se dirigieron únicamente al ferrocarril.

Un comentador de la época señalaba que cerca de 1910 los extranjeros controlaban la gran mayoría de los establecimientos industriales más grandes; molinos harineros, refinerías de azúcar, producción de vinos, frigoríficos, lo que representaba alrededor del 36% del capital invertido en toda la industria argentina.

En 1910 existían en el país grandes talleres ferroviarios en manos extranjeras, y entre 1900 y 1920 empiezan a operar en este sector las filiales de Siemens, Pirelli, Standard Electric y Otis Elevators.

En el caso de los frigoríficos, estaban establecidos los británicos River Plate, Fresh Meat, Las Palmas y Smithfield; y los norteamericanos Swift, Armour y La Blanca.

Phelps señala que entre 1924 y 1933, veintitrés subsidiarias de capitales norteamericanos comienzan a operar en la Argentina, en un sinfín de actividades: discos de fonógrafo, equipos de radio, productos farmacéuticos, equipos eléctricos, jabón y artículos de tocador, productos de maíz, plomo, colas, gomas, cierres relámpago, polvos de hornear, artículos de algodón, equipos telefónicos, lapiceras-fuente, etcétera. 

Entre 1931 y 1943 Javier Villanueva afirma que se instalan en la Argentina 45 grandes empresas internacionales, concentrándose la inversión en el siguiente orden de mayor a menor: química, metales, artículos eléctricos y textiles.

Durante la década de 1930, a pesar de que en la historiografía argentina se afirma que el comienzo de la primera etapa de la ISI fue comandada por pequeñas y medianas empresas nacionales, sí que hubo un verdadero “aluvión” de inversiones extranjeras (a lo discurso de Macri). Principalmente gracias a los controles de cambios (además del proteccionismo aduanero y el creciente consumo interno), se instalaron a mediados de la década las siguientes firmas, donde los números entre paréntesis es la fecha en su inicio de actividad en el país.

En el área alimentos y bebidas, llegaron a la Argentina en los años 30 las suizas Nestlé (1930) y Suchard, las estadounidenses Toddy (1930), Elaboradora Argentina de Cereales (Quaquer Oats) en 1938 y Coca-Cola, la holandesa Bols (1933) y la británica Cross and Blackwell (1930).

En textiles se establecieron las norteamericanas textiles Sudamtex (1935), Jantzen Company (1934), Anderson Clayton (1936) y Ducilo, la inglesa Linen Thread Co (Compañía de Hilo de Lino) en 1938, la italiana Linificio y Cenificio Nazionale (1937) y las francesas Godde, Badin, Mondin (1930) y Rhodiaseta (1933). Ducilo y Rhodia incursionaron en el área química en la producción de fibras artificiales a partir de sus hilanderías de rayón. 

A comienzos de la misma década, se asientan plantas productoras de neumáticos de la mano de la italiana Pirelli (1930), las yanquis Goodyear (1930) y Firestone (1931), la francesa Michelin (1934) y la británica Dunlop (1935). 

Dentro del sector químico como perfumería y tocador, tienen fuerte influencia las norteamericanas Elizabeth Arden (1935), Enoch Morgan’s Sons Inc (1932), Daggett y Ramsdell (1930) y Gillette, y se destacan la francesa Guerlain (1930) y la británica Lever (1933). En la producción de químicos y farmacéuticos, el capital alemán asoma con Merck (1930), los franceses con Millet y Roux (1933), la italiana Carlo Erba (1934), la canadiense Eno’s Fruit Salt (1932) y las norteamericanas Johnson and Johnson (1931), Lambert Pharmacal Co. (1932), Scott and Bowne Inc. (1934) y la suiza CIBA. En pinturas y barnices, entran las británicas Pingston Johnston (1931) y Goodlass, Wall y Cía (1931) y la americana Dupont (1932). En otros rubros de la misma industria, la producción estadounidense-británica de ácido tartárico de Duperial (1935), la química industrial americana Glue Manufacturing Co. (1932) y Corn Products Refining Co. (1933) y la francesa elaboradora de ácido sulfúrico Progil (1938). En el mismo mundo químico, se instalan Imperial Chemical Industries (ICI), Electroclor (sociedad de Celulosa Argentina), Abbot y Roche.

En la metalurgia, los americanos abren fábricas con la National Lead Company (1935), St. Joseph Lead (1933), la ARMCO (American Rolling Mill Company) en 1933, la Compañía Cierre Relámpago (1931), la Compañía Frigidaire (1934) y Artcraft Pen Company (1935), las francesas Metalúrgica Santa Rosa, Hierromat, Elaboradora General de Plomo y Camea.

En aparatos, artefactos y componentes eléctricos, se establece la italiana Marelli S.A. (1932), la holandesa Phillips (1934), la alemana Osram (1934) y las estadounidenses Eveready (1936), General Electric (1936), R.C.A Víctor (1931) y la International Telephone and Telegraph Co. (1930).

Otras industrias varias que se instalaron fueron la americana The Turkisch Tobacco Co. (1930) y la belga fabricadora de artefactos de fibrocemento Eternit (1939), Beiersford, la fabricante de máquinas de escribir italiana Olivetti, la inglesa fabricante de vidrios planos VASA, la destilería canadiense Hiram Walker y Eaton Axle (transmisiones mecánicas). 

A fines de la década de 1940, la actividad de las firmas internacionales va a decaer fuertemente producto de las nacionalizaciones del peronismo que abarcan a sectores estratégicos de la economía y los servicios públicos. Desde 1875 hasta 1949, en todo ese tiempo, dominó el capital británico las inversiones externas en la economía nacional.

A partir de 1955, los capitales norteamericanos van a acentuar sus inversiones en el exterior rediseñando y mostrando el poderío de Estados Unidos como la primera potencia capitalista del globo. Sus capitales van a inmiscuirse más dentro de la industria argentina, aunque no va a alcanzar el predominio que tuvieron los capitales ingleses previamente. Van a instalarse con más frecuencia en el sector químico, farmacéutico, automotriz, de maquinarias y aparatos eléctricos, y en menor medida, en frigoríficos y petróleo. 

Para principios de la década de 1960, el predominio de las empresas extranjeras en algunas ramas empezaba a consolidarse, y en general, en la economía argentina de forma paulatina. En 1958, con la asunción de Arturo Frondizi y la expansión de las transnacionales a nivel mundial, inicia un nuevo ciclo y etapa de los capitales extranjeros en la historia argentina. 

Luego de ver la dependencia de insumos y maquinarias extranjeros de la industria nacional, que presionaba negativamente sobre la balanza de pagos, y una revisión del sistema industrial vigente, los capitales internacionales van a desplegarse de forma dinámica en las industrias pesadas (petroquímica y química, producción de autos, rubro del tractor, siderurgia, metalmecánica). 

Durante el gobierno frondizista (1958-1962) las inversiones extranjeras totalizaron 508 millones de dólares, de los cuales 470 millones de dólares se dirigieron a la industria: 34 % a la industria petroquímica y química, 22 % al sector automotriz, 18 % a la laminación de acero y 2 % a la industria del tractor. El 60% de las inversiones extranjeras fueron norteamericanas, tomando la delantera el país del norte en el país, y le seguían Gran Bretaña, Alemania Federal y Francia. Es menester sostener que durante la etapa 1960/62, que coincide con el Gobierno de Frondizi, los fondos externos constituyeron el 60 % de las inversiones.

En la misma etapa y se radicaron 200 empresas extranjeras en el sector manufacturero (Katz y Kosacoff, pp. 28, 1989). Se produjo una notable inversión extranjera en la producción de laminados de acero, maquinarias industriales, papel, material ferroviario, tractores y construcción naval (Belini, 2017). En el ramo químico-petroquímico, predominaron la fabricación de fertilizantes y la producción de caucho sintético. Allí se instalaron Petroquímica Argentina S.A en San Lorenzo, Santa Fe, Indupa en Cinco Saltos e Industrias Petroquímicas Argentinas Keppers (IPAKO) en el Gran Buenos Aires.

Según estimaciones de Sourrouille, Kosacoff y Lucángeli (1985) para 1963, los capitales extranjeros dominaban el 50 % de la producción en rubros como la producción de caucho, la industria química, derivados del petróleo, maquinarias y aparatos eléctricos y material del transporte.

Los mismos autores advierten dominios casi absolutos de los capitales internacionales en divisas ramas: 

  • 95 % en automotores
  • 95,80 % en la producción de neumáticos
  • 89 % en fabricación de pasta celulósica
  • 87 % en el sector de químicos para alimentación 
  • 87 % en el rubro de motores a combustión
  • 87 % en la industria del tractor

Los capitales extranjeros, en relación a los capitales nacionales tenía niveles superiores de productividad, pagaba mayores salarios y sueldos, y absorbía menos empleo. Solo en 1963 los sueldos y salarios pagados en los establecimientos extranjeros estaban en promedio por encima del 80 % sobre los de los establecimientos nacionales (Gerchunoff y Llach, 1975; Sourrouille, 1978).

A través de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía (1966-1970), la industria nacional sufre un proceso de extranjerización nada desdeñable cuando fábricas de cigarrillos, entidades financieras y bancos y doce empresas metalúrgicas son vendidas a capitales externos.

Hacia principios de la década de 1970 un  tercio de la producción industrial era realizada por capitales foráneos

En algunas industrias, sobre todo dinámicas, la participación de los capitales internacionales orillaba entre el 60 % y el 100% en sectores como el automotriz, la producción de fibras sintéticas y artificiales, cigarrillos, cámaras y cubiertas, el rubro semillero, industria del plástico y fabricación de resinas sintéticas y la industria farmacéutica. A su vez, se incluyen rubros como la telefonía, la electrónica, la producción de calculadoras, la producción de aluminio y la cosmética.  

En el Censo Industrial de 1973, la porción de la producción realizada por capitales extranjeros en sectores es la que se muestra a continuación:

-Fabricación de automotores: 96,4 %
-Elaboración de cigarrillos: 99,6 %
-Bebidas no alcohólicas (gaseosas): 86,9 %
-Fabricación de fibras artificiales y sintéticas: 88.2 %
-Fabricación de cámaras y cubiertas: 67 %
-Construcción de motores y turbinas: 90,7 %
-Fabricación de químicos industriales básicos: 55,2 %
-Alimentos balanceados: 58,1 %
-Destilación de bebidas alcohólicas: 72,7 %
-Fabricación de plásticos y resinas sintéticas: 66,1 %

En el año 2012, la revista Prensa Económica lanzó un informe del ranking de las 1000 empresas líderes que fue contundente para cualquiera que lo leyera; pues, en el, se plasma la verdadera trama de la producción argentina: un sistema productivo totalmente extranjerizado y concentrado.

En la rama aceitera, cerealera y granos, las protagonistas son las norteamericanas Cargill, Archer Daniels Midland (ADM) y Bunge, las chinas COFCO y Noble Grain, la holandesa Nidera, la anglo-suiza-canadiense Viterra-Glencore, la francesa Louis Dreyfuss y la alemana Toepfer. Cabe aclarar, que estas mismas transnacionales, son las que tienen a cargo los puertos y la hidrovía. Las argentinas que están son Vicentín, Oleaginosa Moreno y ACA. 

En alimentos, a las argentinas Arcor y Molinos Río de la Plata, la siguen la francesa Danone, Bagley que asocia a Danone con Arcor, la suiza Nestlé y las americanas Kraft Foods y Pepsico. 

En el rubro automotriz, el 100 % de las firmas son transnacionales extranjeras: las alemanas Volkswagen y Audi, las francesas Peugeot, Renault y Citroën, la italiana FIAT, la japonesa Toyota, la coreana Hyundai, la sueca Scania, las norteamericanas General Motors, Chrysler, Ford y Chevrolet. 

En supermercados, lideran la francesa Carrefour, la norteamericana Walmart, las chilenas Easy y el grupo Cencosud (Jumbo, Vea, Blaisten, Disco, Unicenter y otros shoppings en el interior del país). 

En la industria química-petroquímica, la yanqui Dow Chemical y la belga Solvay Indupa son las dominantes junto con las alemanas Bayer y BASF y la francesa Air Liquide. 

En bancos, además del nacional Banco Nación, lo secunda en anglohongkonés HSBC y el español Santander Río. De este último origen también esta el Banco Galicia, el BBVA y después esta la china ICBC.

En los insumos para la producción de granos esta presente la yanqui Monsanto, la china de origen suizo Syngenta y la japonesa Pioneer. Luego, aparece la nacional Don Mario. En el área petrolera, además de la estatal YPF, pueden contarse a la brasileña Petrobras, la angloneerlandesa Shell, la francesa Total, las norteamericanas Esso, Chevron y Axion Energy, y la mixta de capitales chinos y argentinos Pan American Energy.

En limpieza y cosmética, la británica-neerlandesa Unilever es la lideresa y le siguen los capitales norteamericanos Procter & Gamble, Avon y Kimberly Clark. En la producción de neumáticos, no solo esta la argentina FATE, si no, además, las extranjeras Pirelli (italiana), Michelin (francesa), Bridgestone (japonesa), Goodyear y Continental (norteamericanas importadoras), Dunlop (estadounidense-japonesa de origen británico) y Titán (estadounidense productora). 

En el área de bebidas, los jugadores son la belga-brasileña Quilmes, la también cervecera alemana Schneider, la estadounidense Coca-Cola, la francesa Danone y la argentina Manaos. En la producción de calzados dominan la norteamericana Nike y la alemana Adidas. En el rubro de maquinaria agrícola, se presentan las norteamericanas John Deere, AGCO, New Holland y Massey Ferguson. En lo que concierne al transporte marítimo y fluvial, la Argentina no cuenta con una flota mercante propia y depende de barcos paraguayos y bolivianos.

Los capitales brasileños empezaron a absorber sectores poco a poco. Sobre el total de la producción, Brasil tiene el 42% en cemento, el 40% en calzados y en bebidas y 38% en alimentos. 30 % en siderurgia y carne. Y un 25 por ciento en textil. La dependencia de la industria argentina respecto de la brasileña ha sido señalada (Santarcángelo et. al., 2012a). Para 2011, Brasil es el principal proveedor de importaciones industriales, representando ese año un tercio de las importaciones total de ese sector, y el principal destino de las exportaciones argentinas, con un cuarto del total de las exportaciones del sector el mismo año. 

Alrededor del 50 % de los neumáticos y el 70 % de autopartes provienen de Brasil. Por cada punto del PBI que crece Brasil, Argentina crece un 0.25 %. El alza del PBI brasileño estimula las compras de bienes y servicios a la Argentina. Incluso los tan mentados subtes del Estado de Buenos Aires y los pocos trenes que circulan por el territorio argentino, se forman con equipos traídos del exterior (China y Japón).

En el lapso 2002-2011 hubo otra especie de oleada de desnacionalización de la industria argentina. Gilberto Montagna, dueño de Terrabusi y ex presidente de la UIA, vendió su empresa a la norteamericana Kraft y se empezó a dedicar a los caballos de carrera. El grupo brasilero Camargo Correa se quedó con la cementera Loma Negra, la metalúrgica Ferrosur y la textil Alpargatas. Los Bemberg vendieron la cervecería Quilmes a Brahma. Massuh vendió la papelera Alto Paraná (primera del país) al Grupo Arauco del holding chileno Angelini. Franco Macri se retiró del grueso de sus empresas y se hizo agente de inversiones en China. Las industrias frigoríficas brasileras invirtieron más de 500 millones de pesos para quedarse, a partir de 2005, con el 30% de la exportación de carne, adquiriendo varios frigoríficos. 

En resumidas cuentas, la “industria nacional” brilla por su ausencia. Incluso los mismos grandes grupos industriales que existen hoy son los mismos que había hace treinta años, salvo algunos que otros casos. Con el paso del tiempo, ya se puede deducir que el carril de sus negocios pasa por recibir cualquier beneficio del Estado.

Pero esta situación no tiene nada que envidiarle a lo que ocurría a mediados de la década de 1930. Según cálculos de Adolfo Dorfman (1942) en su libro Evolución industrial argentina basándose en el Censo Industrial de 1935, en 1937 un poco más de la mitad del capital total de la industria argentina, situado en 2.000 millones de pesos, estaba en manos de capitales extranjeros. El 90 % de esos capitales eran británicos y norteamericanos, representando la competencia intercapitalista de estas potencias por la disputa en Argentina y por el contexto internacional de aquel entonces. 

Los capitales monopólicos extranjeros dominaban casi en absoluto varias ramas industriales del país como frigoríficos, usinas eléctricas, compañías de gas, cemento, armado de automotores, elaboración de artículos de caucho, seda artificial y algunas otras. Asimismo, ejercen una influencia de peso en ramas como la producción de cigarrillos, petróleo, fabricación de conductores eléctricos y de aparatos para radiotelefonía, productos farmacéuticos, galvanización de chapas de hierro o ascensores.

El autor sostiene que una parte considerable de los capitales invertidos en fábricas que funcionan dentro del territorio argentino no son nacionales; derivan y dependen de grupos industriales o financieros con ramificaciones en todo el mundo, que también aquí ejercen su acción.

Cómo absorbió a la industria local los capitales internacionales

El punto de partida de la gran industria argentina comienza de la mano del empresario Ernesto Tornquist, quien en 1887 funda la Refinería de Rosario y más tarde la Compañía Azucarera Tucumana. En 1891 adquiere el frigorífico Sansinena, un par de años después participa de la fundación de Cervecería Palermo y en 1902 se asocia a los talleres metalúrgicos Rezzónico, Ottonello y Cía, que luego sería TAMET (Talleres metalúrgicos). Finalmente para 1907 establece la Compañía de Productos Conen (fabricación de estearina, glicerina, velas, jabones y ácido sulfúrico) y funda Ferrum (metalurgia).

El grupo financiero Leng Roberts promueve industrias en la primera década del siglo XX. Este es un consorcio británico que participa en la industria vitivinícola a través de las Bodegas Tomba y Bodegas Germania, la fábrica de galletitas Bagley y otras firmas de renombre. Asimismo, acrecentaron sus intereses en rubros en empresas ligadas a la industria del azúcar, textiles como Alpargatas o papeleras como Casatti y La Papelera Argentina

La cervecería Quilmes (Brasserie Argentina Quilmes) del grupo alemán Bemberg, en el ramo de la industria de bebidas, con 48 plantas industriales manejaba el 52% del mercado de cervezas argentino en 1908. Para 1930 concentraba el 80% de ese mercado (Belini, 2017)

En un informe de 1907 de la Casa Baring se señala: “en los últimos dos o tres años el desarrollo de las empresas industriales ha crecido rápidamente”. Asimismo, indica que “naturalmente en las empresas industriales se emplea mucho capital extranjero”.

En la Argentina de aquel entonces, las empresas argentinas que no tuvieron contacto con el capital foráneo, llegaron a ser grandes firmas cuando estrecharon vínculos con el capital financiero internacional. Así fue el caso de las metalúrgicas TAMET y SIAM Di Tella y la textil de calzado Alpargatas.

TAMET comenzó con un pequeño taller alrededor de 1880, y a inicios del siglo XX fue absorbida por Tornquist. Esta última, tiempo después, sumaría otra empresa argentina, la Compañía Argentina de Hierros y Aceros de Pedro Vasena.

La empresa de SIAM se convierte en Sociedad Industrial Americana de Maquinarias Di Tella en 1927, y pasa a depender de la norteamericana Westinghouse.

La Fábrica Argentina de Alpargatas fue iniciada por un comerciante y fabricante de alpargatas argentino. Para la década de 1880 se transforma en satélite de los fabricantes ingleses de lona Douglas Fraser y Sons.

En el rubro azucarero (agroindustria de importancia en aquel entonces) Schlej afirma que a medida que progresa la industria “los capitales extranjeros, técnica y financieramente capacitados, desplazan a una parte de los capitales genuinamente nacionales y se apoderan de la dirección de la industria”.

Así ocurrirá también con los ferrocarriles y automotores. En los primeros, si bien el Estado nacional y provincial van a tender un no despreciable tendido de líneas férreas, pronto el capital imperialista británico se lo apoderará; en 1890 su dominio es casi absoluto luego de la mal privatización del Ferrocarril Oeste, reconocida por Roca, Pellegrini y toda la burguesía terrateniente. En el caso de los autos, proliferan las plantas de armado y montaje que instalan los estadounidenses en la década de 1920 (Ford, General Motors, Chrysler).

Rubro por rubro

La firma Heinonen Sociedad Anónima, Comercial e Industrial quiere instalar una fábrica de papel y cartón. Para eso, inicia gestiones en Estados Unidos para obtener la colaboración del capital americano.

Un industrial argentino posee la única fábrica de máquinas de escribir en el país y desea ampliar sus ganancias. Para ello, la vende a la Remington Rand y se queda con un interés minoritario. Así ocurre con la fábrica EMA.

La Fábrica Argentina de Lápices quiere instalar una nueva planta industrial, y, por ende, se asocia a la firma norteamericana Eberhard Faber Pencil Co.

En la composición de las organizaciones, sorprendentemente, pasa lo mismo. Entre los más destacados socios fundadores de la Unión Industrial Argentina, se hallaban notorios socios de capitales foráneos como Otto Bemberg (cervezas), Bagley (galletitas), Campomar, Conen, Noel (dulces), Rigolleau (vidrios), Shaw, Tornquist y Urien. Hasta los presidentes de la misma institución fueron personas como Guillermo Padilla (del pulpo petrolero yanqui Standard Oil) o Luis Colombo (agente del capital imperialista inglés Leng Roberts).

En el rubro textil, las firmas más importantes (Alpargatas, Masllorens, Fabril Financiera, Textil Oeste, Sudamtex, Sedalana, etc.) están vinculadas de alguna manera con el capital extranjero. Según Weil, las principales firmas industriales argentinas parecen ser dependientes de grandes consorcios internacionales.

Las empresas metalúrgicas argentinas importantes instaladas en su momento se hallan ligadas de igual a modo al capital internacional, como SIAT con SIAM-Westinghouse y de ARTAC con Acevedo y Shaw, Garavaglio y Zorraquín, Tornquist, o Republic Steel Corp. Una fábrica metalúrgica de Haedo dedicada a la producción de caños soldados en espiral pertenece a la American Rolling Mill Co.

Otras firmas de renombre en este campo como Rosatti y Cristófaro, Cura, Protto Hermanos, o Fundición Mira también acudieron al capital foráneo como también muchas pequeñas empresas se asociaron al mismo para fabricar heladeras, televisores, lavarropas, acondicionadores, repuestos para autos, etc. 

En el caso químico se sigue el mismo camino. La papelera argentina La Celulosa Argentina S.A., de gran dinamismo en los años treinta, construyó una planta electrolítica para adquirir soda cáustica. Entonces, vino Duperial y se conformó una nueva compañía: Electroclor S.A. Argentina, y cada una tomo el 50% de cada capital.

Ni la industria autopartista históricamente nacional se salva, ya que los capitales foráneos tienen un gran control sobre la concesión de patentes y licencias de fabricación. Una fábrica de aros de pistón rosarina, la más moderna en su subsector, esta controlada por Borg Warner International Corporation y Bord Piston Ring Corporation.

Observemos un caso de centralización y concentración del capital: Fabril Financiera tiene una fuerza laboral igual que 12.000 fábricas argentinas y su capital tres veces mayor que el producto anual de 28.000 compañías argentinas.

De acuerdo al censo de 1935, en ese tiempo, existían setecientas grandes empresas, con más de 100 trabajadores cada una, y arrojaban montos de ganancias equivalentes a 39.600 establecimientos de menor cuantía.

Gatopardismo empresarial

Incluso hay que destacar, que un número importante de sociedades anónimas y empresas que se presentan como “argentinas” no lo son, y así buscan los capitales internacionales ocultar su cada vez mayor presencia dentro de la esfera económica nacional.

Las empresas del Estado argentino corren la misma suerte que las empresas privadas. La empresa estatal siderúrgica SOMISA estuvo financiado por el capital norteamericano y su creación, además de ser promovida e impulsada por el Ejército, fue hecha, asimismo, por empresas metalúrgicas vinculadas al capital financiero internacional como STAM y TAMET y la American Rolling Mill Co (ARMCO).

Incluso empresas privadas como ACINDAR y sus socios extranjeros dirigían el directorio de SOMISA. Recordemos que, para instalar la planta de acero integrada de la firma, hubo que pedir un crédito al banco extranjero estadounidense Eximbank durante el gobierno de facto de 1955-1958 y que fue finalmente concretado durante la presidencia del radical Arturo Frondizi.

La dependencia de insumos y maquinarias extranjeros

La dependencia de insumos y medios de producción importados es otro de los factores estructurales desde el comienzo del desarrollo industrial argentino. A su vez, en países atrasados, se puede afirmar que la canasta de importaciones revela la capacidad productiva que tiene un país. 

En la Argentina nunca se ha podido conformar una industria nacional de medios de producción, es decir, la industria metalmecánica. Esta comprende un mundo muy abarcativo: maquinarias de uso especial y general, equipos de producción, herramientas, máquinas-herramientas, transformadores, generadores, aparatos y equipos eléctricos, maquinaria eléctrica, tubos y válvulas, estructuras metálicas, instrumentos ópticos, médicos y de precisión, equipos y material de transporte, diversos productos de metal, motores y turbinas, maquinaria de oficina, contabilidad e informática, entre otros.

Históricamente la industria argentina nace ligada a su sector más competitivo que es el agro. De ahí el crecimiento y el desarrollo de agroindustrias como la frigorífica, los molinos harineros, las plantaciones de soja, el ramo vitivinícola, la industria azucarera, la industria de alimentos y bebidas, tabacos, los yerbateros, las aceiteras, etc. Por otra parte, ha habido un correlato aumento de la industria petrolera y la minería.

Esto quiere decir que, si bien obviamente deben desarrollarse las agroindustrias, solo muestra que la industria nacional se vincula con lo “ya establecido” por el país en materia de ventajas competitivas y comparativas

Un desarrollo industrial precisa de un desarrollo de ramas industriales intermedias donde las industrias producen para otras industrias, no quedándose en las etapas más iniciales de producción ni en las etapas finales de fabricación como el armado.

Todavía en 1895 la industria mecánica es muy rudimentaria y son muy escasos los grandes establecimientos. Las industrias químicas acusan un “cierto empuje” durante 1914-1918 con la producción por primera vez de ácido tartárico, sulfato de aluminio y con el intento de elaborar ácido acético. 

La primera aproximación de crecimiento incipiente de industrias básicas va a ser en la década del ´30 con las apariciones de fábricas mecánicas y químicas. No obstante, recalquemos algo muy importante, no son industrias pesadas básicas capaces de producir maquinarias industriales y agrícolas en gran escala, fundir minerales metalíferos, producción de locomotoras, vagones, automóviles, aeroplanos, barcos, fabricación de rieles, tirantes, vigas, chapas y estructuras metálicas, caños, aceros, etc. Pero a pesar de eso, comienza un crecimiento no visto hasta el momento y empieza a tomar impulso.

La industria nacional en 1930

En una conferencia de Mariano Abarca en la Escuela de Estudios Argentinos expone acerca del estado de la maquinaria en 1930: motores eléctricos de bajo rendimiento (300 HP), motores diésel para el transporte (patente argentina), motores a combustión interna en general, máquinas, herramientas (tornos, máquinas de agujerear, esmerilar, roscar, punzonar), máquinas diversas, instalaciones de secado, destilación, etc., máquinas para panaderías, refrigeradores, entre otras.

José Félix Uriburu derrocó al radical Hipólito Yrigoyen en 1930, dando inicio a una época de continuos golpes de Estado militares que culminaría con el de 1976.

En 1949, cuando la primera crisis de restricción externa estalla en el país, se reveló la realidad de la estructura industrial argentina: una industria liviana que crece a pasos consistentes, que, para mantener su dinamismo, debe adquirir maquinarias, insumos y componentes del exterior producto del nulo desarrollo de las industrias básicas y pesadas. 

En el lapso de 1946-1955 la incorporación neta de maquinaria (contando reposiciones y retiro de equipos) fue aproximadamente de 1.000 millones de dólares equivalentes, del cual el 50% fue importado. En el período 1955-1965 el monto asciende a 2.000 millones de dólares, de los cuales un 66% es importado. Este acrecentamiento se explica fácilmente por el cambio de timón en las políticas hacia la industria a partir de 1958, con la asunción del desarrollismo al gobierno.

Las importaciones de máquinas y motores en general, de máquinas e implementos agrícolas y de vehículos era del 26,2 % en 1958 sobre el total de importaciones, en 1959 el mismo número, pero a partir de 1960 pega un salto al 42,4 % y en enero-abril de 1961 llega al 46.6 %.

En 1955 las importaciones de bienes de capital sobre el total representaban el 20% y en 1960 llegan al 35%. Los insumos representan el 52% sobre el total en la misma última fecha mencionada y ascienden a 70% en 1965.

El porcentaje de materia prima extranjera empleada en algunas ramas industriales para 1963 es el que sigue: 80% para artículos de hojalata, envases, etc.; 63,4% caños de hierro y acero; 56,5% para materiales plásticos; 49% para vehículos y maquinaria; lámparas y tubos para electricidad 46,8%, para metales el 45,3%, un 41,2% para la fabricación y reparación de carrocerías; y finalmente un 40,9% para la producción de bicicletas, armado y reparación.

La diferencia sustancial de la importancia que cada país le da a sus rubros básicos se ve en la siguiente comparación: en 1963, Estados Unidos tenía en total 29.741 fábricas de maquinarias y 175 fábricas de cemento, mientras la Argentina solo 250 de maquinarias y 15 de cemento.

La nula inversión en la industria argentina

Por decenios la industria argentina se caracterizó por una baja composición técnica del capital: un estado atrasado de maquinarias, la escasa tecnología aplicada y un capital humano cada vez menos formado.

La composición técnica del capital revela la relación entre la masa de dinero puesta en los medios de producción y en la masa de dinero pagada a la fuerza de trabajo.

Un crecimiento de esta composición significa que la fuerza de trabajo utiliza un número creciente y más eficaces de medios de producción, con ello, aumenta la tan deseada productividad. Esto es lo que hicieron todos los países desarrollados en su proceso de industrialización.

La industria argentina, en cambio, ha sido una industria atrasada. Esto no significa que no haya hecho progresos ni que estuvo en la lona; pues los más grandes progresos e incluso algunos técnicos, fueron hechos en los años ´30, ´40, principios de los ´50 y la etapa de 1958-1976. Los primeros cambios estructurales se iniciaron a finales de la década de 1930, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. 

Pero el componente tecnológico y técnico siempre estuvo ausente. Hasta mediados de la década de 1950, la capitalización en Argentina no estuvo acompañada por cambios significativos en la tecnología tradicional vigente. Lo que hubo fue una tendencia a reponer equipos desgastados o a efectuar adiciones a planteles, más que en renovarlos a fondo. 

El paradigma productivo durante los siglos XIX y XX

Hacia mediados del siglo XIX (1850-1860), según Ferns, la base de la industria nacional era principalmente artesanal y que “con la desaparición de los oficios locales a causa del impacto de la competencia de los productos hechos a máquina en el extranjero, las ventajas comparativas de la actividad industrial no existían en esta fase”.

En el libro del matrimonio suizo Beck-Bernard que vino a la Argentina en 1857, se expresa lo siguiente en base al estado fabril del momento: “En los centros de actividad el elemento extranjero ha puesto en acción todos los grandes factores de la industria moderna: el vapor, la electricidad, las máquinas. Pero la industria propia y genuina del país… se caracteriza por la ausencia total de otra ayuda que no sea la mano del hombre”.

Para el último cuarto del siglo XIX, la Unión Industrial Argentina (UIA) afirmaba que la industria de aquella época estaba compuesta de unos cuantos establecimientos con descendencia colonial en los cuales imperaban procedimientos primitivos y rutinarios, y otros pocos, recientemente creados.

En 1913 la mayor parte de las maquinarias motrices eran movidas a vapor y de poco rendimiento. Ya en 1935, la industria había hecho progresos muy considerables ya que los motores eléctricos formaban parte del 70 % del total de los motores instalados en cada fábrica argentina. El grado de electrificación era de 0.13 en 1914 y en 1935-1938 habíase incrementado en 0.38, (el triple).

En el mismo lapso, la productividad por obrero pasa de 4700 pesos moneda nacional (índice 100) a 8.200 pesos (175) y la motorización por obrero de 1,5 HP (100) a 5 HP (320).

A mediados de la década de 1930 la industria argentina ya alcanzaba un indicador relativo de consumo energético bastante considerable y de tipo elevado (petróleo y corriente eléctrica). 

La presencia de técnicos ha tenido un desempeño muy bajo a lo largo de la historia, pues, entre mediados de la década de 1920 y 1950 se registran 2 técnicos cada 100 obreros y en 1970 eran 4 de cada 100.

En 1944 es creada la Dirección de Enseñanza Técnica, y en noviembre de 1959 el Consejo Nacional de Educación Técnica (CONET). En 1961 una misión técnica estadounidense destacó la ausencia de conocimientos técnicos de los gerentes argentinos.

A finales de los años ´60 los grandes frigoríficos, los ingenios azucareros, las bodegas vitivinícolas, plantas metalúrgicas, fábricas textiles, cerveceras y establecimientos de extracto de quebracho de tanino llegaron a ser industrias totalmente anticuadas y obsoletas.

La solución, en vez de políticas de inversiones o garantizar equipos técnicos, fue un salvataje del Estado al capital más atrasado en pos de “preservar los puestos de trabajo”. Ya en 1948 había empezado un proceso de liquidación, cierres y quiebras de empresas ligadas al azúcar, tanino, la carne y los talleres de tranvías.

Maquinarias de producción por año

A continuación, repasaremos el índice estado de las maquinariases decirlas debilidades y fortalezas en materia de tecnología y técnica:

1943: El equipo mecánico de la industria argentina fue objeto de intensa utilización y su desgaste no ha podido compensarse con la renovación de maquinarias (Memoria del Banco Central, 1943, página 3).

1944: Ciertos tipos de material ferroviario que ya no se emplean hace 20 o 30 años en los países desarrollados, todavía se usan en los ferrocarriles argentinos (John A. Hopkins, La estructura económica y el desarrollo industrial argentino, Buenos Aires, Cooperación para la Promoción Industrial del Intercambio, 1944, página 40).

1947: Se sigue tropezando con el problema de la reposición de los equipos desgastados por el intenso trabajo de los años de guerra (Memoria del Banco de Crédito Industrial, 1947, pág. 19).

1949: La escasez de energía eléctrica impide en muchos casos mecanizar mejor la producción, instalar máquinas más modernas y potentes, y aplicar procedimientos nuevos que redundarían en una más racional y mayor producción con menores costos (Memoria de la Cámara Argentina de Industrias Metalúrgicas, 1949).

1950: La industria exige equipos anticuados y desgastados, que no solo exigen continuas y costosas reparaciones, sino que significan ocupar un número mayor de personas, cuando precisamente sufrimos de escasez y carestía de fuerza de trabajo capacitada (La Nación, 19 de octubre de 1950).

1952: La producción ha crecido en base al aumento de obreros, no mediante la mecanización (Metalurgia, Publicación mensual de la Cámara Argentina de Industrias Metalúrgicas, enero-febrero 1952).

La industria encuentra su producción limitada y a veces paralizada por falta de corriente. Esta situación tenderá a ser más grave. Necesitamos hoy el doble de potencia instalada para satisfacer las necesidades actuales y tener una reserva prudencial de emergencia (Trabajos y resoluciones del Congreso de la Confederación de la Industria, pág. 9).

La producción argentina de metalurgia pesada, principalmente, ha quedado reducida a la elaboración secundaria por la falta de producción nacional de hierro, acero y otros metales básicos (Trabajos y resoluciones del Congreso de la Confederación de la Industria, página 9). 

1955: Las necesidades de renovación de equipos de toda índole, desgastado durante el uso intenso durante la guerra y durante los primeros años de posguerra, han sido y siguen siendo cuantiosas, no obstante, las importaciones que se han efectuado (Confederación General Económica, Informe, pág. 132).

La falta total de renovación de maquinarias en uso, en su mayoría de características de potencia y precisión muy anticuadas, tiene como consecuencia una gran exageración de los tiempos de elaboración, con el resultado de que, a pesar de que no se pueden permitir salarios mayores, igualmente los costos resultan muy elevados, en comparación con los que se obtendrían cumpliendo las operaciones con maquinaria adecuada. Otra consecuencia perniciosa de la utilización de maquinaria anticuada es el despilfarro del trabajo humano especializado tan escaso en el país (Metalurgia, octubre 1955, pág. 20).

La marcha del Plan Siderúrgico Argentino no logró una aceleración satisfactoria. Su finalidad de producir y suministrar a la industria privada de transformación acero de alta calidad y a precios aproximados a los que rigen en el mercado internacional, no parece de realización próxima. El país sigue prácticamente sin industria siderúrgica (Metalurgia, publicación mensual de la Cámara Argentina de Industrias Metalúrgicas, mayo 1955, pág. 5).

En 1955 la fabricación de máquinas herramientas, así como de herramientas abarcaba el 30% de la producción de equipos nuevos. Se trata de máquinas simples, no automáticas o semiautomáticas, de tipos pequeños o medianos […] Sólo ocasionalmente se elaboran máquinas especiales de producción que, por su gran velocidad, capacidad y precisión, se prestan para la fabricación en serie (CEPAL, El desarrollo económico en la Argentina, segunda parte, pág. 195).

Un elevadísimo porcentaje de la potencia instalada en la República Argentina esta llegando, o ha llegado ya, a su límite técnico de vida; solo un 25% de la potencia instalada en las centrales eléctricas que abastecen a la Capital Federal y al Gran Buenos Aires tienen menos de 20 años de edad, existiendo además turbinas de 25 años de vida y otras de 40 años; en el interior del país solo el 50% de la potencia instalada en centrales de vapor tiene menos de 20 años, edad que también alcanza el 70% de la potencia instalada mediante centrales con motores diésel o de combustión interna (Metalurgia, marzo de 1955, pág. 3).

1959: En el rubro de máquinas herramientas solo el 30% de la producción se hace en establecimientos con equipos modernos y buena técnica, que fabrican en serie; el resto abarca talleres heterogéneos, que responden circunstancialmente a la demanda sin ningún programa de producción. Esto se refleja en los costos de producción.

No hay que olvidar dificultades otro tipo como la mala organización de empresas pequeñas que predominan en el rubro, ausencia de sistemas de planeamiento de las operaciones de producción y de control de los costos industriales, etc. (Clarín Económico, diciembre 1961).

En 1959, la inversión fija en equipos durables de producción fue solo un 5% mayor que veinte años antes (a millones de pesos constantes de 1950).

En las industrias mecánicas, las inversiones de capital en la posguerra parecen haberse orientado hacia la producción de artículos durables de consumo más que hacia la de bienes de capital (maquinaria, inmuebles, instalaciones e infraestructuras que se utilizan para producir). En 1946, la proporción de estos últimos constituía el 34.4% de la producción total de estas industrias y los bienes de consumo el 22.8%. Esta desproporción se acentuó posteriormente, puesto que entre ese año y 1955 la producción de bienes de consumo aumentó 127% mientras que la de capital subió un 45%. Así pues, a raíz de la orientación que esto supone en las inversiones en todos estos años de escasez de divisas, una parte apreciable de las importaciones de materias primas y productos intermedios que insume esta actividad se han dedicado a la producción de esos artículos de consumo. Sin duda alguna, estos artículos responden a legítimas necesidades de la población, pero su excesiva atención no ha permitido ampliar la producción de bienes de capital.

Por no haber tenido más amplitud el desarrollo industrial, el país se ve ahora privado de maquinarias y equipos, de hierro y acero, de productos químicos y petroquímicos, de papel y celulosa y de otros productos intermedios todos los cuales podrían producirse internamente en condiciones de relativa economicidad (CEPAL, El desarrollo económico en la Argentina, primera parte, pág. 33).

En 1959 se registra un crecimiento de la maquinaria importada relacionada con los repuestos y máquinas para renovar ciertos procesos de producción. Esto pone a descubierto la amplia necesidad de equipamiento de la industria argentina; una necesidad que no esta muy satisfecha (Consejo Federal de Inversiones y Confederación General Económica, Programa conjunto para el desarrollo agropecuario e industrial, segundo informe, Tomo III, Buenos Aires, mayo de 1963, pág. 143).

1960: Respecto a la importación de maquinaria efectuada en el primer semestre de 1960, corresponde destacar que una parte importante de esas importaciones está constituida por repuestos o piezas; esto indicaría que una gran parte de las importaciones sigue destinándose a la renovación o ampliación de las instalaciones ya existentes y que no representan necesariamente maquinarias totalmente nuevas (Economic Survey, 13 de septiembre de 1960).

1961: Las necesidades existentes en nuestro país en materia de reequipamiento no solo se observan en los sectores que prestan servicios públicos, sino también en las plantas fabriles y mineras. Al bajo rendimiento de los equipos cuya vida técnicamente útil ha sido superada, se agrega también la desfavorable incidencia de la utilización de máquinas y procesos que resultan anticuados frente a los nuevos modelos y las modernas técnicas de producción alcanzadas en los países de alto desarrollo (Memoria del Banco Industrial, 1961, página 8).

Para ese año, se estima que entre el 70% y 80% de las maquinarias del complejo industrial argentina cuentan con más de veinte años (Clarín Económico, diciembre de 1961).

1962: Para ese año, el 50% de los rieles tiene entre 40 y 60 años de vida. El 50 % de los durmientes tienen más de 40 años, cuando su vida útil apenas pasa los 25 años. De 2230 locomotoras, 1498 tienen más de 45 años de vida (estos son las piezas transversales de los rieles que sostienen a estos y permiten que haya una distancia correcta de patrón).

De 231 locomotoras de trocha normal, 178 tienen más de 45 años. En 1961 estuvieron fuera de servicio, por diversos motivos, entre el 40 y el 50 % del total de las locomotoras (Economic Survey, 17 de abril de 1962).

1963: Sobre un total de 4400 coches de pasajeros, 2800 tienen más de 35 añosSobre 90.000 vagones de cargas, 80.000 tienen más de 30 años. Con material obsoleto no puede prestarse un buen servicio (La Nación, 25 de enero de 1963).

Después de 1955, con la constitución de la histórica empresa pública Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (SEGBA) y con financiamiento del Banco Mundial (BM)se aumentó la potencia instalada en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires. Sin embargo, la situación en el Interior no ofrece mayores variaciones, ya que no se ha realizado ningún porcentaje importante de renovación en las redes de distribución, que ya han superado con creces su tiempo de vida útil (Milcíades Peña, Industrialización y clases sociales, pág. 81).

Actualidad de la industria y los patentamientos

Si vemos el panorama general para el año 2016, según el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC)las pymes utilizan maquinarias con una antigüedad promedio de 9 años. Mientras que en algunos sectores cruciales como fabricación de productos de metal, maquinarias y equipos llegan a 15 años.

El 46,8% de los industriales opera con tecnología media, el 14,3 % con tecnología atrasada y el 5,3 % con tecnología muy atrasada. En los países desarrollados la renovación de las maquinarias ocurre cada uno o dos años. 

Argentina pasó de una inversión del 0,4 % en I+D en el 2000 a 0,5 % en 2014, mientras que otros países como China, Corea del Sur y Brasil pasaron del 0,9 % al 2%; del 2,3 % al 4 % y del 1% al 1,3% respectivamente.

Los frutos del I+D conllevan, aunque no necesariamente, a los patentamientos. Pero en nuestro país no tienen como destino la industria. Entre 2010 y 2018 el 30 % de los patentamientos solicitados son inventos vinculados a la salud, un 17,5 % a la agroindustria, con fuerte foco en la biotecnología. 

La Argentina sigue estando bien atrás: en el año 2014 registró 81 patentes, mientras que Estados Unidos registró 159.000, Japón 56.000, Corea del Sur 18.000, Alemania 17.000 y Francia 7.100.

Comentarios finales

En este exhausto trabajo se expuso los factores claves que limitan el desarrollo industrial de la Argentina a lo largo de una serie de más de un siglo (fines del s. XIX hasta la actualidad) y que no han sido resueltos o han quedado inconclusos. 

Uno de los objetivos imprescindibles con el que ha sido escrito este artículo es dar al lector los conocimientos, la información y las herramientas para que, cuando escuche a la clase dirigente argentina hablar de industria o industrialización, recuerde los aspectos y datos más importantes aquí descriptos para poder analizar con mirada crítica esos discursos. 

En momentos donde no hay debate alguno sobre políticas relativas a la industria y planes de industrialización, esta publicación considero que puede servir de utilidad puesto que considero he reunido una cantidad suficiente de datos de magnitud y puse a disposición detalles e información precisos.

Si la República Argentina desea realmente encauzar un modelo de desarrollo industrial en serio, eso requerirá poner en juego los componentes mencionados de acuerdo a su desenvolvimiento histórico.

Fuentes

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  • Memoria del Banco Industrial (1961).
  • La Nación, 19 de octubre de 1950.
  • Metalurgia, Publicación mensual de la Cámara Argentina de Industrias Metalúrgicas, enero-febrero 1952 y mayo de 1955.
  • Trabajos y resoluciones del Congreso de la Confederación de la Industria (1952).
  • Confederación General Económica, Informe (1955).
  • Metalurgia, marzo y octubre de 1955.
  • Clarín Económico, diciembre de 1961.
  • Economic Survey, 13 de septiembre de 1960 y 17 de abril de 1962.
  • La Nación, 25 de enero de 1963.
  • Oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos.
  • Prensa Económica 311, Buenos Aires, octubre de 2012.
  • Clarín, 13 de noviembre de 1950.

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