“NO TENGAS HIJOS SI QUIERES SALVAR AL MUNDO”
Medios del todo mundo han postulado esto en sus titulares. Pero según investigaciones científicas se trataría de una idea extremista, que de hecho, no ayudaría a reducir la contaminación
En los últimos 200 años hubo una explosión demográfica, así es que hoy alcanzamos los 8 mil millones de personas en el planeta. Pero mientras las personas más ricas continúan teniendo hijos con normalidad (e incluso incrementando la cantidad), una cadena de malentendidos mediáticos y teléfonos descompuestos llega al resto de la población, donde parece promoverse la reducción de la natalidad.
“No tener hijos podría ser la solución para salvar al planeta” es uno de los titulares repetidos por diferentes medios luego de que en 2017 se publicara un estudio que analizaba la cantidad de emisiones de CO2 generadas por diferentes actividades humanas.
Allí se mencionaba cómo algunas acciones individuales impactaban en el decremento de emisiones: reducir el uso del automóvil, evitar viajes innecesarios, y “tener un hijo menos” (para esto último se tuvo en cuenta el consumo de recursos y emisiones generadas por un humano a lo largo de su vida si no se aplican políticas ambientales).
Ante la posverdad y el sensacionalismo de los titulares, incluso difundidos por celebridades y políticos, una de las autoras de ese estudio, Kimberly Nicholas, debió aclarar que en sus estudios no se sugería limitar la natalidad, sino concientizar sobre el impacto que produce el ritmo de vida actual en los países con altas emisiones y contaminación, si no se realiza ninguna modificación en el cuidado ambiental.
Incluso aclaró que la cantidad de personas en el planeta es irrelevante en cuanto a resolver la crisis climática, dado que lo importante es tomar medidas que permitan reducir las emisiones y la contaminación, más allá de cuánta gente habita la Tierra.
En línea con esto, la ONG Founders Pledge recordó que muchos de los estudios se hacen sin proyectar el incremento de políticas medioambientales de los últimos años que, aunque todavía no son suficientes, han comenzado a reducir las emisiones y contaminación en muchos países, principalmente en los desarrollados.
La reducción de la contaminación es crítica debido a que la polución sigue siendo una de las principales causas de muerte a nivel mundial. Se estima que las enfermedades derivadas de la contaminación causan el 16% de las muertes, 3 veces más que el SIDA, la tuberculosis y la malaria combinadas.
En cuanto a la producción de alimentos, Patrick Gerland, especialista en estimaciones demográficas de Naciones Unidas, indica que, contrario a pronósticos malthusianos, el mundo pudo ir incrementando la producción de alimentos acorde a la población. Los problemas que persisten en cuanto al hambre y desnutrición se deben a la falta de distribución por parte de los Estados, al desperdicio (que alcanza a un 30% de la producción) y a desastres sociales como guerras e inestabilidad política.
Musk y el movimiento pronatalista de la élite
Un reporte de la Universidad de Sussex estimó que una de las acciones posibles para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero consiste en que el 1% más rico de la población reduzca sus emisiones en un factor de 30, mientras que el 50% más pobre de la humanidad aún contaría con margen de incrementar sus emisiones en 3 veces (debido al desarrollo necesario para mejorar sus condiciones socioeconómicas).
Este dato no es menor en un contexto donde megamillonarios como Elon Musk y otros líderes tech y de capitales de riesgo se están agrupando en un movimiento pronatalista para la élite, que consiste en tener muchos descendientes a la vez que se apoyan en avances médicos de acceso restringido que permitan reducir problemas de salud y alargar la vida.
Personas cercanas a Musk han comentado que él cree en una relación entre el cociente intelectual y la riqueza, por lo que estaría motivando a sus conocidos con mucho dinero a que tengan más hijos. Es por eso que algunos de ellos incluso hacen cálculos de cuántos hijos y nietos deben tener para lograr difundir su ADN lo más posible en sólo un par de generaciones. ¿Será una libre interpretación del Informe Kissinger?
Tasas de natalidad
Las tasas de natalidad han ido decreciendo en la mayoría de los países, y se estima que de continuar esta situación, en unas décadas se caerá por debajo de la tasa de reemplazo de 2.1 (el número promedio necesario de hijos para mantener la población de un lugar).
Las consecuencias de un envejecimiento poblacional afecta a países como Japón hace un tiempo, tanto en aspectos sociales como de crecimiento y sustentabilidad económica. En los últimos años se han sumado a este problema países europeos, como España, y recientemente Argentina también ha caído a una tasa de 1.55 hijos por mujer en 2020 (en 1950 era de 3.3 y en 2010 de 2.4).
En la provincia de Córdoba, en 2019 hubo en promedio unos 4.189 nacimientos mensuales; en 2020, 3.671; y en 2022, unos 3.415. La caída entre 2019 y 2022 fue del 18%.
Países con extensa territorialidad y baja densidad de población, como Argentina, necesitan potenciar su desarrollo a la par del crecimiento poblacional. Sin embargo, además de un porcentaje de jóvenes que no desea tener hijos (entre el 5% y hasta el 20% según la muestra de encuestados), la situación socioeconómica, la depresión juvenil y las dificultades en las relaciones de pareja parecen estar entre los principales factores disuasorios a la hora de pensar en tenerlos.
Victoria Mazzeo, doctora en ciencias sociales de la UBA, destaca que el fenómeno se replica a nivel mundial, e indica que una posible solución consiste en fomentar políticas de planificación familiar sumado a políticas económicas generales para promover el desarrollo.
En línea con las primeras, en Argentina, a partir de 2023, todo establecimiento laboral con al menos 100 empleados deberá contar con sectores de guardería, en un intento de apoyo a las familias con menores a cargo que necesitan incorporarse al mercado laboral.
Fuentes
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Redactor & Desarrollador web en El Punto Medio, especialista en periodismo de datos. Lic. en Ciencias de la Computación por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).