EL MOTÍN MÁS SANGRIENTO DE LA HISTORIA ARGENTINA
La revuelta comenzó el 30 de marzo de 1996 cuando un grupo de hombres, que fueron llamados los “Doce Apóstoles”, tomaron 17 rehenes, mataron a ocho personas e hicieron empanadas de carne humana
Fueron ocho días de infierno. El 30 de marzo de 1996, pasadas las 2 de la tarde, en la Unidad Penal N° 2 de Sierra Chica en el municipio de Olavarría, en el interior de la Provincia de Buenos Aires, unos presos serían protagonistas del motín más sangriento de la historia Argentina. ¿El saldo? Ocho muertos.
Cabe destacar que Sierra Chica es la unidad penitenciaria más antigua del país y en el, actualmente, cumple condena Carlos Eduardo Robledo Puch, el “Ángel de la muerte”, quien fue condenado a cadena perpetua en 1980, por 11 crímenes cometidos entre 1971 y 1972.
Este destino también puede llegar a ser el de los rugbiers, en caso de ser condenados, que mataron a golpes a Fernando Báez Sosa.
¿Quiénes eran los “Doce Apóstoles”?
Eran más de una docena de presos temibles, muchos de ellos con fuertes condenas. Marcelo Brandán Juárez, Jaime Pérez Sosa, Víctor Carlos Esquivel Barrionuevo, Jorge Alberto Pedraza, Marcelo Alejandro González Pérez, Marcelo Cristian Villaseco Quiroga, Carlos Alberto Villaba Mazzei, Carlos Gorosito Ibáñez, Héctor Daniel Galarza Nanini, Héctor Raúl Coccaro Retamar, Oscar Nelson Olivera Sánchez y Miguel Acevedo fueron los 12 presos que encabezaron el motín, iniciado el 30 de marzo de 1996.
¿Qué sucedió?
Un grupo de presos tenía el objetivo de fugarse el sábado de Semana Santa. ¿Por qué ese día? Porque, según ellos, ese día, la seguridad iba a ser menor en el penal por lo que su escapatoria sería más fácil. El plan salió mal. Cuando los “Doce Apóstoles” iniciaron su escape, un guardia logró tomar una ametralladora y les disparó. Uno de los reos fue alcanzado por una bala mientras intentaba trepar el muro y cayó al suelo. Sus compañeros retrocedieron y se atrincheraron en el pabellón, donde tomaron de rehenes a siete guardias, tres pastores evangelistas y un médico.
Siete horas después, la jueza María de las Mercedes Malere y su secretario ingresaron al pabellón para intentar negociar la rendición. También fueron tomados como rehenes. Los presos contaban con armas, que hasta el día de hoy, nadie sabe cómo las ingresaron al penal. Horas más tarde la lista de rehenes creció: había dos penitenciarios heridos y los presos aceptaron dejarlos ir pero, a cambio, debían ingresar otros cuatro. Y así fue. Sus deseos fueron órdenes.
Mientras avanzaba el motín, el clima interno dentro de Sierra Chica explotó. Los apóstoles se enfrentaron a otra facción y comenzaron una cacería. Todo ocurrió en la mañana del 1 de abril. Fue una masacre. Se cometieron más de 7 crímenes en menos de una hora. Para eliminar la evidencia, los apóstoles descuartizaron los cuerpos y los incineraron en el horno de la panadería del penal.
Según explica el Gitano Ariel Acuña, uno de los apóstoles, “descuartizarlos y quemarlos en el horno de la cocina de la cárcel fue únicamente una táctica para que no quedara rastro de los hechos y no los pudieran culpar por homicidio”. Además, especificó que la carne de los glúteos, fueron utilizados para hacer empanadas y se la dieron a los guardias de seguridad que, después de comer, fueron informados de qué estaban hechas. El 2 de abril, ocurrió el último asesinato. José Cepeda Perez se negó a participar de los descuartizamientos y fue atacado a cuchillazos.
Afuera del penal, no se sabía el infierno que se vivía dentro de la cárcel. Durante muchas horas de gritos y disparos, los rehenes temían un baño de sangre en caso de que entren a rescatarlos. El gobierno encabezado por Eduardo Duhalde, puso en la mesa la opción de realizar un golpe comando y retomar el control del penal pero fue descartado por el riesgo que implicaba. Por otro lado, en varias cárceles del país entraron en estado de protesta. Participaron cerca de 10.000 presos.
Los primeros días de negociación fueron difíciles. Los Apóstoles exigían armas y autos para escapar: “Queremos escaparnos o matamos a los rehenes”, exclamaban. El 4 de abril los tomadores entregaron un petitorio y uno de los negociadores informó que iban a entregar el penal porque “los muchachos estaban cansados” pero que lo harían el día domingo. ¿El por qué? ¡Los presos querían romper un récord! Tenían el objetivo de que se convirtiera en el motín más extenso de la historia Argentina.
Llegó el domingo de Pascua. Todos esperaban el fin del motín. La policía ya había desplegado un operativo. Los familiares de los rehenes le pedían a Dios y la Virgen que se acabara el sufrimiento. Cuando todo estaba listo, uno de los Apóstoles, Brandan Juárez exigía ver a su madre y no entregaría el penal hasta que eso ocurriera.
Finalmente, otro preso drogó a Juárez, que se entregó y se dio por concluido el motín. Los “Doce Apóstoles” fueron trasladados a otro penal por miedo a las represalias en Sierra Chica. Dos meses después, el 25 de mayo, trataron de fugarse nuevamente y tomaron rehenes. Seis horas después, debieron rendirse ante el Servicio Penitenciario, que entró al penal y los reprimió sin piedad.
¿Qué pasó con los “Doce apóstoles”?
En el año 2000 se dio inicio al juicio para la condena sobre lo que había sucedido en el motín y aunque los acusados se defendieron diciendo que no había cuerpos, esto no funcionó ya que, cuando las autoridades tomaron nuevamente el control del penal, faltaban ocho reclusos y los peritos encontraron dientes en los hornos.
Los presos fueron acusados de homicidio simple, privación ilegítima de la libertad calificada, tentativa de evasión y tenencia de arma de guerra, entre otros delitos. Mantuvieron un pacto de silencio y afirmaron que nada habían hecho y que nada habían visto.
Los hombres fueron condenados a entre 12 y 15 años de prisión.
Fuentes
LA VOZ | Caso Báez Sosa: así es la cárcel de Sierra Chica
LA NACIÓN | El motín que terminó con empanadas de carne humana
CLARÍN | Ocho días en el infierno
INFOBAE | El Gitano Acuña, de apóstol del motín de Sierra Chica a Youtuber
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Redactor en El Punto Medio, cubre crimen organizado e inseguridad. Estudia Periodismo en la Universidad Blas Pascal.